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Les voy a contar algo sobre mí brevemente; durante un tiempo de mi vida vivía conforme a la aceptación que recibía de los demás, aunque trataba de que no importara, la presión solía ser más poderosa que yo, mi identidad se basaba sobre un título y palabras vanas que personas me daban. Mi ser y mi condición en ese entonces reflejaba lo que me "hacían creer quien era", ciertamente era terrible, pues me veía obligada a actuar como me dictaban. Luego de un largo proceso de abandonar y separarme de ambientes e incluso de personas que me bombardeaban con este tipo de situaciones, entré en una especie de "depresión", quizá nadie conoce bien esta etapa de mi vida, me atrevo a decir que ni yo. Vivía en una frustración constante por no encontrar un ambiente y una comunidad que me aceptara, porque ni yo sabía quién era. Ahí comenzó una lucha. Noches de dolor, incertidumbre y desolación... lloraba muchísimo, casi cada noche pidiéndole a Dios su intervención. Y llegó. Poco a poco comenzó a nacer el fruto y Dios restauró y me dio nueva identidad, comprendí que soy hija de Dios, que aún en mi momento más vulnerable y mis peores días, él me ama. Que su aceptación la tengo incluso, antes de que haya hecho yo "algo por él". Comprendí que ha hecho su hija, que me ama, que dejó todo por mí, me puso ropaje nuevo y un anillo que me dicta que soy Hija de Rey.