LA GRACIA Y EL PERDÓN PARA OTROS

Para comenzar de forma muy sincera, a veces batallo mucho con el tema de la gracia. A veces me resulta tan sencilla y la mayoría de las veces, me resulta tan compleja me que hago un lío yo sola enredando mi mente en mentiras del enemigo. Esta vez quiero hablarte sobre esas veces que batallamos para dar y demostrar gracia. Esa misma gracia que Dios nos da y que probablemente muchas veces, nos volvemos tan egoístas que no queremos darla. ¿Por qué no queremos dar la gracia que nos mostró Dios al perdonar nuestros pecados, fallas y errores? Nos encerramos en nuestra burbuja de gracia ante Dios que querer estirar la mano para ofrecerla a otros, nos causa pavor porque se nos puede tronar y nos deja caer del pedestal en el que estamos. Tranquilo, la biblia dice que todos somos pecadores. Escribo esto porque me hace falta recordármelo a mí misma, creo que en muchas ocasiones me empapo de la gracia de Dios cuando cometo un error, pero cuando a mí me lastiman o cometen un error en contra mía, quiero soltar por completo un castigo para ese alguien, pero Dios me recuerda que la misma gracia que me salvó, está disponible para quien me ofendió. He entendido una cosa, y es que la gracia y el perdón que deben recibir los demás a mi al rededor, es la misma gracia que yo he recibido pero al cuadrado; es gracia de parte de Dios y gracia por parte mía. A veces nos sentimos tan intocables por otros porque somos Hijos de Dios, pero se nos olvida que estamos en un mundo conviviendo con otros seres humanos imperfectos como nosotros, que nos van a lastimar, que nos van a defraudar, que nos van a ofender y depende de nosotros vivir con la mentalidad de reino. No se trata de dejar pasar todo lo que nos hace daño (creo que para eso Dios ha instituido autoridades aquí en la tierra y ha dado la capacidad al ser humano de resolver conflictos) hablo del corazón con el que hacemos las acciones y la mentalidad con la que estamos dispuestos ha ofrecer gracia aunque nos hayan roto el corazón. Dios tiene el control, Dios es tu padre y te ama. Jesús vino a este mundo a morir por todos nosotros como pecadores. Antes de juzgar a otros, recuerda que Jesús lo ama con el mismo fervor con el que te alcanzó y perdonó a ti también. Quienes ya vivimos la experiencia de conocer el amor de Dios, debemos ser un reflejo de ese mismo amor que Jesús nos ofreció al morir por nosotros.

El día a día nos lo complica un poco, porque nos topamos con gente que nos frustra, que nos grita, que nos hace enfurecernos y se nos olvida que "somos cristianos", o sea, en serio me pasa muy seguido, pero al final del día Dios me trae a memoria que una y otra vez la gracia me sostiene y esa misma gracia con la que me empapo cada mañana y cada noche, es la misma gracia que Jesús ofrece al mundo entero. A veces la gente no tiene otra imagen de Jesús que nosotros mismos. Seamos y actuemos un poco más compasivos con los demás, lo que Dios te perdonó a ti, también se lo quiere perdonar a tu prójimo. Lo que Dios borró de tu pasado, quiere borrárselo del presente al que trabaja contigo. Ese mismo amor que Jesús desbordó en la cruz, quiere mostrárselo a tus compañeros de clases. Esa gracia que borró tu condena quiere ofrecerla a quienes te rodean. A veces vivir con una mentalidad de reino, es vivir consientes de que la gracia y el perdón de Dios, es para todos. Te reto a que comenzamos a mirar a los demás como Jesús los ve, pero para esto te recuerdo que tenemos que vivir en relación con el Padre. No podemos reflejar a alguien al cual no conocemos y con el que ni siquiera pasamos tiempo. La burbuja de gracia en la que vivimos se explota para que otros puedan ser alcanzados en los brazos del Padre. En ocasiones no tratamos a la gente con misericordia porque "no lo merece", pues... la neta ni tú ni yo la merecíamos, pero aquí estamos entrando al trono de la gracia sin temor ni obstáculo alguno porque quien en verdad no la merecía decidió pagar por nosotros el castigo del pecado para abrirnos camino. La gracia de Dios nos capacita para que otras personas igual de rotas que nosotras, lleguen a los pies de Jesús. ♥